Hasta allí llegaban casi a diario miles de hombres, mujeres y niños, que, en su mayoría, encontraban la muerte en las cámaras de gas en un plazo de apenas unas horas desde su llegada en tren. Era el final de un proceso meditado y planificado por el estado y dirigido por la SS, que durante el invierno de 1945 intentaría desmantelar el campo y eliminar los rastros “visibles” de sus crímenes antes de huir.
Sin embargo, no todo desapareció.